Los lenguajes de la economía. Un recorrido por los marcos conceptuales de la economía (página 2)
Con un cambio lingüístico (revolucionario) acontece un cambio en el modo en que las palabras y las frases se relacionan con la naturaleza, es decir, un cambio en el modo en que se determinan sus referentes. Pero, este cambio no es exclusivo de las revoluciones científicas, pues "lo que caracteriza a las revoluciones no es simplemente el cambio en el modo en que se determinan los referentes, sino una clase de cambio más restringido" … Hablando en términos generales, el carácter distinto del cambio revolucionario en el lenguaje es que altera no sólo los criterios con los que los términos se relacionan con la naturaleza; altera, además, considerablemente, el conjunto de objetos o situaciones con los que se relacionan esos términos." (Kuhn, 1981).
Así pues, lo que caracteriza a las revoluciones científicas, y de ahí sus consecuencias, es el cambio en varias de las categorías taxonómicas que son el requisito previo para las descripciones y generalizaciones científicas. Además, ese cambio es un ajuste no sólo de los criterios relevantes para la caracterización, sino también del modo en que los objetos y situaciones dadas son distribuidos entre las categorías preexistentes. Ya que tal redistribución afecta siempre a más de una categoría, y esas categorías se interdefinen, esta clase de alteración es necesariamente holista (Kuhn, 1981).
La práctica científica implica siempre la producción y explicación de generalizaciones sobre la naturaleza; estas actividades presuponen un lenguaje con una mínima riqueza; y la adquisición de ese lenguaje lleva consigo conocimiento de la naturaleza. Así, cuando la presentación de ejemplos forma parte del proceso de aprendizaje, lo que se adquiere es conocimiento del lenguaje y del mundo a la vez. En la mayoría del proceso de aprendizaje del lenguaje estas dos clases de conocimiento -conocimiento de palabras y conocimiento de la naturaleza- se adquieren a la vez; en realidad no son en absoluto dos clases de conocimiento, sino dos caras de una sola moneda que el lenguaje proporciona. "Si tengo razón, dirá Kuhn, la característica esencial de las revoluciones científicas es una alteración del conocimiento de la naturaleza intrínseco al lenguaje mismo, y, por tanto, anterior a todo lo que pueda ser completamente descriptible como una descripción o una generalización, científica o de la vida diaria." No es sorprendente, pues, que Kuhn terminase su trabajo de 1981 titulado "¿Qué son las revoluciones científicas?" con las siguientes palabras: "La violación o distorsión de un lenguaje científico que previamente no era problemático es la piedra de toque de un cambio…".
Dicha distorsión o sustitución afecta no sólo a los términos teóricos de T", sino también, por lo menos, a algunos de los términos observacionales que aparecen en sus enunciados contrastantes, las sentencias que expresan lo accesible a la observación directa dentro de este dominio significarán ahora algo diferente. En resumen, introducir una nueva teoría implica cambios de perspectiva tanto respecto a los rasgos observables como a los rasgos no observables del mundo, y cambios correspondientes en el significado de los términos incluso más «fundamentales» del lenguaje empleado.
Los cambios de ontología van acompañados frecuentemente de cambios conceptuales. El descubrimiento de que ciertas entidades no existen puede forzar al científico a redescribir los sucesos, procesos y observaciones que se pensaba que eran manifestaciones de ellas y que se describían, por tanto, en términos que suponían su existencia. O pueden obligarle a usar nuevos conceptos mientras que las viejas palabras seguirán en uso durante un tiempo considerable (Feyerabend, 1970). Ello nos lleva a la inconmensurabilidad entre las teorías. Pero, ¿son inconmensurables dos teorías particulares? No es una pregunta completa. "Las teorías pueden ser interpretadas de maneras diferentes. Serán conmensurables en unas interpretaciones, inconmensurables en otras." (Feyerabend, 1970).
Kuhn ha observado que los diferentes paradigmas (a) emplean conceptos que no pueden reducirse a las habituales relaciones lógicas de inclusión, exclusión e intersección; (b) hacen que veamos las cosas de forma distinta (quienes trabajan en paradigmas diferentes no sólo tienen conceptos diferentes, sino también percepciones diferentes); y, (c) contienen métodos diferentes (instrumentos tanto intelectuales como materiales) para impulsar la investigación y evaluar sus resultados. Kuhn sustituyó la noción de teoría por aquella otra más compleja y sutil de paradigma. La conjunción de los elementos (a), (b) y (c) hace a los paradigmas completamente inmunes a las dificultades y los torna incomparables entre sí.
Esta clase de interpretación podría impedir que se establezcan relaciones deductivas entre teorías rivales. Feyerabend trató de encontrar procedimientos de comparación que fuesen independientes de relaciones deductivas entre teorías rivales "Traté asimismo de encontrar métodos de comparación que pudieran sobrevivir a la ausencia de relaciones deductivas. … Las comparaciones en virtud del contenido o de la verosimilitud estaban, por supuesto, descartadas. Pero todavía quedaban otros métodos." (Feyerabend, 1978).
Hay criterios formales: una teoría lineal es preferible a una no-lineal puesto que resulta más fácil hallar soluciones. Una teoría «coherente» es preferible a una que no lo es. Una teoría que emplee múltiples y atrevidas aproximaciones para llegar a «sus hechos» puede ser menos probable que una teoría que emplee sólo unas pocas aproximaciones seguras. El número de hechos predichos puede ser otro criterio. Los criterios no formales requieren por lo general el acuerdo con la teoría básica o con principios metafísicos.
Pero, el hecho que las concepciones difieran no demuestra la imposibilidad de traducir ninguna concepción «de un modo realmente correcto», como a veces se supone; por el contrario, no podríamos decir que nuestras concepciones difieren, y en qué difieren, si no pudiésemos traducirlas (Putman, 1981).
Afirmar que dos teorías son inconmensurables significa afirmar que no hay ningún lenguaje, neutral o de cualquier otro tipo, al que ambas teorías, concebidas como conjuntos de enunciados, puedan traducirse sin resto o pérdida. Ni en su forma metafórica ni en su forma literal inconmensurabilidad implica incomparabilidad, y precisamente por la misma razón. La mayoría de los términos comunes a las dos teorías funcionan de la misma forma en ambas; sus significados, cualesquiera que puedan ser, se preservan; su traducción es simplemente homófona. Surgen problemas de traducción únicamente con un pequeño subgrupo de términos (que usualmente se interdefinen) y con los enunciados que los contienen. "La afirmación de que dos teorías son inconmensurables es más modesta de lo que la mayor parte de sus críticos y críticas ha supuesto." "Llamaré «inconmensurabilidad local» a esta versión modesta de la inconmensurabilidad." (Kuhn, 1987).
Entonces, los términos que preservan sus significados a través de un cambio de teoría proporcionan una base suficiente para la discusión de las diferencias, y para las comparaciones que son relevantes en la elección de teorías. Proporcionan incluso una base para explorar los significados de los términos inconmensurables.
Sin embargo, no es claro a priori que la inconmensurabilidad, en todo o en parte, pueda restringirse a una región local. La distinción entre términos que cambian de significado y aquellos que lo preservan es, en el mejor de los casos, difícil de explicar o aplicar. Los significados son productos históricos, y cambian inevitablemente en el transcurso del tiempo cuando cambian las demandas sobre los términos que los poseen. Es sencillamente poco plausible que algunos términos cambien sus significados cuando se transfieren a una nueva teoría sin infectar los términos transferidos con ellos.
Llegados a este punto es necesario diferenciar entre traducción e interpretación, sin olvidar que la traducción real contiene a menudo, o quizá siempre, al menos un pequeño componente interpretativo. La traducción consiste sólo en palabras y frases que reemplazan -no necesariamente una a una- palabras y frases del original. En cambio, la persona que interpreta busca el sentido, se esfuerza por inventar hipótesis que harán inteligible la preferencia o inscripción. Y, aquí la existencia de grupos de términos interrelacionados representa un papel destacado que facilita la interpretación. Pero estos términos interrelacionados que deben aprenderse a la vez y una vez aprendidos estructuran una porción del mundo de la experiencia de forma diferente a la que es familiar.
Si bien estas interrelaciones pueden estar causadas por la ambigüedad, es frecuente que proporcionen a las personas que hablan la otra lengua evidencia para decidir qué objetos y situaciones son semejantes y cuáles no son objetos y situaciones semejantes; esto es, muestran cómo estructura el mundo la otra lengua. Entonces, se plantea el siguiente interrogante: ¿Qué determina que los conjuntos de criterios que un hablante emplea cuando aplica el lenguaje al mundo sean adecuados al mundo que ese lenguaje describe? ¿Qué deben compartir hablantes que determinan la referencia utilizando criterios distintos para ser hablantes del mismo lenguaje, miembros de la misma comunidad lingüística? Veamos la respuesta de Kuhn.
Los miembros de la misma comunidad lingüística son miembros de una cultura común y, por consiguiente, cada uno de ellos puede esperar enfrentarse con un mismo rango de objetos y situaciones. Para que identifiquen los mismos referentes, cada uno debe asociar cada término individual con un conjunto suficiente de criterios como para distinguir sus referentes de otros tipos de objetos o situaciones que el mundo de la comunidad realmente presenta, aunque no se requiere que se distingan de otro tipo de objetos que son sólo imaginables. Por tanto, la habilidad para identificar correctamente los elementos de un conjunto requiere a menudo que se conozcan, además, conjuntos de contraste. Por ejemplo, para aprender a identificar gansos puede requerirse también que se conozcan criaturas tales como patos y cisnes. En definitiva, son pocos los términos o expresiones con referente que se aprenden separadamente, o del mundo o uno de otro. "En estas circunstancias, una especie de holismo local debe ser una característica esencial del lenguaje." (Kuhn, 1987, pp 129-30).
Dos, lenguajes diferentes imponen al mundo estructuras diferentes. Por un momento, imaginemos con Kuhn que para cada individuo un término que tiene referente es un nudo en una red léxica de la cual irradian rótulos con los criterios que él o ella utiliza en la identificación de los referentes del término nodal. Esos criterios conectarán algunos términos y los distanciarán de otros, construyendo así una estructura multidimensional dentro del léxico. Esta estructura refleja los aspectos de la estructura del mundo que pueden ser descritos utilizando el léxico y, simultáneamente, limita los fenómenos que pueden describirse con ayuda del léxico. Si a pesar de todo surgen fenómenos anómalos, su descripción (quizás incluso su reconocimiento) requerirá la alteración de alguna parte del lenguaje, cambiando las conexiones entre términos previamente constitutivas.
Además, utilizando conjuntos distintos de las conexiones que constituyen criterios pueden formarse estructuras homólogas, es decir, estructuras que reflejan el mismo mundo. Lo que tales estructuras homólogas preservan, desprovistas de los rótulos que designan los criterios, son las categorías taxonómicas del mundo y las relaciones de semejanza/diferencia entre ellas. Así pues, lo que los miembros de una comunidad lingüística comparten es la homología de la estructura léxica. No necesariamente se exige para con sus criterios, puesto que pueden aprenderlos los unos de los otros a medida que lo necesiten. Pero sus estructuras taxonómicas deben coincidir, pues, cuando la estructura es diferente el mundo es diferente, el lenguaje es privado y cesa la comunicación hasta que un grupo aprende el lenguaje del otro.
En resumen, la taxonomía debe preservarse para proporcionar categorías compartidas y relaciones compartidas entre dichas categorías. Si no se preserva, la traducción es imposible. Por supuesto, la traducción es sólo el primer recurso de las personas que intentan comprenderse. La comunicación es posible en su ausencia. Pero cuando la traducción no es posible, se requieren dos procesos que son muy diferentes: interpretación y aprendizaje del lenguaje.
Comunidad ideal de diálogo.
Si la labor científica consiste fundamentalmente en la construcción de marcos conceptuales, entonces, cómo aceptan los científicos un lenguaje como válido. Para Lakatos por medio del convencionalismo. El convencionalismo es la libertad de aceptar racionalmente, mediante convención, no sólo los «enunciados fácticos» singulares en un sentido espacio-temporal, sino también las teorías espacio-temporalmente universales. Para Kuhn, no hay ninguna norma más elevada que la aceptación de la comunidad pertinente.
Nosotros podemos añadir que los científicos, en general, y los científicos que trabajan en un mismo marco conceptual, en particular, se constituyen en una aproximación a una «comunidad ideal de diálogo». Esto es, un modo particular de decir que el oficio del científico consiste en la argumentación fundamentada, que obliga a «dar razón de» las afirmaciones y «del» lenguaje en que se formulan.
La condición de posibilidad de la Argumentación incluye implícitamente los siguientes supuestos: por una parte, que quienes argumentan hacen una opción por la «verdad». Entiéndase verdad a la luz de lo que se expone ulteriormente. Y, por otra, que esta opción sólo resulta coherente si quienes optan por la «verdad» postulan prácticamente la existencia de una comunidad ideal de argumentación, en la que la comprensión entre interlocutores será total.
Esto presupone una situación ideal del diálogo, en la que se excluye la desfiguración sistemática de la comunicación, se distribuyen simétricamente las oportunidades de elegir y realizar actos de habla y se garantice que los roles de diálogo sean intercambiables. La racionalidad de las decisiones, el no-dogmatismo de la argumentación se alcanza sólo procedimentalmente por medio de un diálogo que culmine en un consenso entre los afectados. Esto exige reconocer al sujeto afectado como interlocutor competente en una argumentación. De ello, los científicos, explícita o implícitamente, se consideran pertenecientes a una comunidad ideal de diálogo. De este postulado deriva un imperativo: promocionar la realización de la comunidad ideal de argumentación en la comunidad real.
Las ciencias sociales.
Un eje básico a partir del cual se han construido los diferentes marcos conceptuales científicos es la problemática del objeto de estudio. En este sentido, una primera diferenciación científica es la que se establece entre ciencias naturales y ciencias sociales. Esta diferenciación, de hecho, se ha enriquecido con otros criterios. Así, un criterio comúnmente utilizado es el de la relación existente entre objeto y sujeto de conocimiento. A partir de este criterio, se diferencia entre Ciencias Naturales y Ciencias Sociales. En las primeras el sujeto que conoce no forma parte o no está contenido en el objeto a conocer; mientras que en el caso de las Ciencias Sociales no ocurre así: el propio sujeto de conocimiento (ser humano: individual o en sociedad) forma parte del objeto de conocimiento.
El hecho de que, en el caso de la Ciencias Sociales, el sujeto esté incluido en el objeto da lugar a que se discuta más abiertamente sobre la presencia de Juicios de Valor y sobre el papel de los mismos en la elaboración del conocimiento y de la investigación. Lo cual no resulta extraño, si tenemos en cuenta que el conocimiento de las ciencias sociales es un elemento esencial del propio sistema social. De esta manera, la objetividad, en el sentido de poder investigar un mundo sin que éste se vea afectado por la investigación, es un absurdo.
De esta diferencia en las relaciones entre objeto y sujeto de conocimiento arrancan, en cierto modo, buena parte de las diferencias que se han establecido entre las Ciencias Naturales y Ciencias Sociales. Estas diferencias pueden presentarse en dos bloques: uno relativo al Fenómeno a explicar y el otro referido a Cómo explicar.
Respecto al fenómeno o naturaleza del objeto de estudio emergen varias cuestiones que podemos resumir aquí en tres. La primera viene referida a la mayor o mejor complejidad o simplicidad del objeto de análisis. A este respecto, cabe decir que no hay duda de que el análisis de cualquier situación social concreta se hace extremadamente difícil por su complejidad. Pero lo mismo vale para cualquier situación física concreta. La creencia generalizada de que las situaciones o fenómenos sociales son más complejos procede, en opinión de Popper, de dos fuentes. Una, tendemos a comparar lo que no es comparable: por una parte, situaciones sociales concretas y, por otra, situaciones físicas experimentales artificialmente aisladas. Dos, la creencia de que la descripción de una situación social debería incluir el estado mental e incluso físico de todos los implicados; esta creencia es injustificada, mucho menos incluso que la creencia de que la descripción de una reacción química concreta incluya la de todos los estados atómicos y subatómicos de las partículas elementales implicadas.
La segunda cuestión se refiere a la predicción. Y, aquí, generalmente se piensa que en los fenómenos sociales raramente se puede predecir el resultado preciso en una situación concreta, mientras que si podemos explicar el principio según el cual ciertos fenómenos se producen y podemos por medio de este conocimiento excluir la posibilidad de ciertos resultados. Buena parte de las características del fenómeno a estudiar en las Ciencias Sociales resultan de la propia interacción humana y de los grados de libertad que los hombres tienen. Para Popper (1973), este pasaje, lejos de describir una situación peculiar de las ciencias sociales, describe perfectamente el carácter de las leyes naturales, las cuales, de hecho, nunca pueden hacer más que excluir ciertas posibilidades.
La última cuestión se refiere a la realización de Experimentos y a la cuantificación. Aquí, las dificultades específicas para llevar a cabo experimentos y para aplicar métodos cuantitativos son diferencias de grado más que de clase. Además, las posibilidades de experimentación y de cuantificación son mayores en algunas ciencias sociales que en ciertas ciencias naturales.
Por otra parte, hablar de cómo se elaboran las explicaciones equivale a referirse a distintas modalidades de explicación científica. En este sentido, se distingue entre explicación causal, funcional e intencional; y tres campos de investigación científica: física -en sentido amplio-, biología y ciencias sociales. La pregunta en este caso es ¿qué tipos de explicación son adecuados, característicos y pertinentes para qué campos de investigación? No obstante, la explicación causal tiene un claro predominio sobre las demás. Si bien cada una de las ciencias tiende a caracterizarse por un tipo de explicación, de hecho los científicos sociales suelen ofrecer explicaciones pertenecientes a los tres tipos. Y, así ocurre en el caso de la Economía.
La explicación causal considera que cualquier efecto o acontecimiento tiene una causa. En principio debe distinguirse muy claramente entre la cuestión de la naturaleza de la causación y la de la explicación causal, entre acontecimientos causales y explicación causal. Si un acontecimiento causó otro es una cuestión aparte de por qué lo causó. La descripción de un acontecimiento por medio de sus rasgos causalmente irrelevantes recogerá la misma causa, aun cuando no proveerá una explicación de por qué tuvo ese efecto en particular. La explicación causal, entonces, subsume los acontecimientos bajo leyes causales. Dos casos importantes son los que podemos denominar epifenómenos (mera correlación) y causación precedente (A sea efecto de B, y que B sea al mismo tiempo efecto de C). El determinismo es el postulado que dice que todo acontecimiento tiene una causa: un conjunto determinable de antecedentes causales que en conjunto son suficientes e individualmente necesarios para que se produzca.
En biología la explicación funcional es, histórica y lógicamente, el principal ejemplo de este modo de explicación. La explicación funcional en biología consiste en intentar demostrar que un pequeño cambio en la característica estudiada de un organismo conduce a una mayor capacidad reproductiva de dicho organismo. Entonces queda explicado porqué el organismo tiene esas características. El atractivo que tiene la explicación funcional en las Ciencias Sociales se origina en el supuesto implícito de que todos los fenómenos sociales y psicológicos deben tener un significado, es decir, que debe haber algún sentido, alguna perspectiva en los que son beneficiosos para alguien o algo; y que además estos efectos benéficos son los que explican el fenómeno estudiado.
Por último, la explicación intencional es la característica que diferencia a las ciencias sociales de las ciencias naturales. Explicar la conducta intencionalmente es equivalente a demostrar que es conducta realizada para lograr una meta. Explicamos una acción intencionalmente cuando podemos especificar el estado futuro que se pretendía crear. No se está explicando la acción en función de un estado futuro: el explanandum no puede preceder al explanans y, el futuro estado deseado puede no producirse por una cantidad de razones. Algunas intenciones pueden ser intrínsecamente irrealizables y, no por ello dejarán de ser mencionadas en la explicación (Elster, 1983). La explicación intencional esencialmente comprende una relación triádica entre acción, deseo y creencia. Pero explicar una acción intencional no queda limitado a enunciar el mecanismo que determina qué acción se llevará a cabo y por qué. Generalmente, se presenta intencionalidad y racionalidad de un modo paralelo.
Una cuestión también relativa a la clasificación de las ciencias, pero diferente a la anterior, se refiere a los diferentes intereses que subyacen en las explicaciones científicas. De acuerdo con Jürgen Habermas, los procesos de investigación se clasifican en tres categorías: ciencias empírico-analíticas, que comprenden las ciencias de la naturaleza y las ciencias sociales; las ciencias histórico-hermenéuticas, que comprenden las humanidades y las ciencias históricas y sociales; y las ciencias de orientación crítica, que abarcan la crítica de la ideología (teoría social crítica).
Para cada una de estas categorías de investigación, se postula una conexión con un interés cognoscitivo específico. En la orientación de las ciencias empírico-analíticas interviene un interés cognoscitivo técnico; en la orientación de las ciencias histórico-hermenéuticas interviene un interés cognoscitivo práctico; y en la orientación de las ciencias dirigidas a la crítica interviene un interés cognoscitivo emancipatorio.
Los intereses cognoscitivos aparecen como orientaciones o estrategias cognoscitivas generales que guían los distintos tipos de investigación. No representan influencia en el proceso del conocimiento que hubieran de eliminarse en aras a la objetividad del conocimiento; antes bien, determinan el aspecto bajo el que puede objetivarse la realidad, y, por tanto, el aspecto bajo el que la realidad puede resultar accesible a la experiencia. Constituyen, para los sujetos capaces de lenguaje y de acción, condiciones necesarias de la posibilidad de toda experiencia que puede ser objetiva. Aunque las ciencias tienen que mantener su objetividad frente a los intereses particulares, la condición de posibilidad de esa objetividad que buscan mantener incluye intereses cognoscitivos que son fundamentales.
Por una parte, las teorías científicas de tipo empírico abren la realidad bajo la guía del interés por la posible seguridad informativa y ampliación de la acción con garantías suficientes de éxito. Éste es el interés cognoscitivo por la disponibilidad técnica de procesos objetivados. Por otra parte, el interés práctico remite a la búsqueda de la comprensión de la realidad estudiada, no a la acción sobre la misma; por tanto, no se pregunta acerca de los mecanismos que puede permitir una actuación o sobre los cuales cabría incidir. Un ejemplo paradigmático sería la Historia. Por último, el interés emancipatorio busca desarrollar una teoría crítica de la sociedad. Aquí pueden incluirse distintos campos de investigación, uno de ellos sería una parte de la Filosofía moral.
Los marcos conceptuales en economía.
Los esfuerzos de los economistas -del pasado y actuales- han producido gran variedad de marcos conceptuales y de sistemas analíticos. Las diferencias entre éstos se deben, en parte, a la diversidad de situaciones institucionales a las que se referían. Y, en parte, también a la diversidad de fines para los que construyeron cada uno de los principales sistemas. Sobre las diferencias temáticas se fue organizando originalmente un conjunto de conceptos y categorías que conformaron marcos conceptuales más o menos acabados.
Las temáticas o problemáticas a partir de las cuales los economistas han construido sus marcos conceptuales tienen su origen tanto en la realidad como en su propio sistema de ideas. En diferentes momentos, los economistas han forjado sus conceptos e ideas con finalidades completamente diferentes. Así pues, ningún sistema puede hacerlo todo. Su fuerza y su debilidad son las dos caras de la misma moneda. Lo cual no es más que una consecuencia de nuestra premisa: los conceptos permiten reconocer unas partes de la naturaleza al tiempo que prohíben otras o, simplemente, no posibilitan su estudio.
Como se muestra con más detalle en la Tercera parte del texto, cada marco conceptual de la Economía forjo unos conceptos a la luz de un conjunto de preocupaciones intelectuales y prácticas. Así, la Economía Política clásica, representada por Adam Smith, David Ricardo, John Stuart Mill y Karl Marx, tuvo como sus máximas preocupaciones el crecimiento, la acumulación de capital, la distribución y transformación económica, así como la posibilidad de un estado estacionario. Para abordar dichas problemáticas se dotaron de una serie de conceptos entre los cuales cabe destacar: el valor -uso y de cambio-; la renta; la división del trabajo; el homo oeconomicus; el estado estacionario; el capital fijo (constante) y capital circulante (variable); y, la composición orgánica del capital.
Con la Economía marginalista, la problemática a estudiar y los conceptos utilizados cambiaron totalmente. Este marco conceptual estuvo representado principalmente por W.S. Jevons, C. Menger, L. Walras y Alfred Marshall. Sus máximas preocupaciones fueron la eficiencia, la escasez, el consumo, el equilibrio parcial y el equilibrio general. Para lo cual desarrollaron los conceptos relativos a: el principio marginal (integración de la teoría del valor y de la distribución; teoría de la empresa y del consumo); bienes económicos y no económicos; sustitución; economías internas y externas; y, elasticidad.
Un nuevo cambio de marco conceptual tuvo lugar con el pensamiento económico de J.A. Schumpeter. Éste se preocupó fundamentalmente por el desarrollo económico y el comportamiento cíclico. Para cuyo análisis presentó qué entendía por: desarrollo económico frente a crecimiento económico; innovación; empresario; competencia–monopolio. Asimismo, presentó una teoría sociológica del fin del capitalismo.
J.M. Keynes se preocupó por las variaciones a corto plazo de la producción (Modelo macroeconómico de una economía cerrada), esto es, por las situaciones con fuerte desempleo masivo. Para su análisis surgieron los conceptos de: el principio de la demanda efectiva; las expectativas y la incertidumbre, la eficiencia marginal del capital; la propensión a consumir y el multiplicador; y la trampa de la liquidez. En parte, como consecuencia del desarrollo del pensamiento keynesiano se definió un marco institucional para la implantación de las políticas económicas que, en buena medida, todavía hoy subsiste.
Si el modelo keynesiano predecía que a corto plazo los desequilibrios de mercado podían dar lugar a ajustes en las cantidades en lugar de ajuste en los precios, una de las preocupaciones de la síntesis neoclásica fue elaborar un modelo que recuperase la flexibilidad en precios. El cual permitiría desarrollar un modelo general de equilibrio a largo plazo, en cuyo seno el modelo keynesiano quedaría como un caso particular a corto plazo. Entre los conceptos fundamentales de la Economía neoclásica cabe destacar los implicados en el desarrollo del modelo IS-LM. El cual, en sus diferentes versiones, ha sido muy utilizado para la instrumentación de las políticas macroeconómicas, durante un largo período de tiempo.
La economía postkeynesina parte del desacuerdo de la lectura neoclásica del modelo keynesiano y pretende desarrollar la dinámica de las ideas de Keynes. Esto es, establecer cómo será el largo plazo de una Economía keynesiana. Se preocupa en este sentido de la producción, la acumulación y la distribución. Considera que en las sociedades industriales avanzadas existe un conflicto distributivo, de ahí que frente al problema de la inflación su receta remita a políticas de rentas. Entre los conceptos principales cabe destacar: Tiempo histórico, formas de competencia, precios y salarios administrados; inversión ex-ante y ex-post.
El monetarismo toma de la realidad la inflación como la preocupación fundamental; y en el ámbito de las ideas, la teoría cuantitativa del dinero. Sus conceptos principales se refieren a: variaciones del dinero y de la actividad económica; endogeneidad de la oferta monetaria; teoría de la renta permanente; expectativas.
El enfoque de las expectativas racionales parte de los problemas de programación de la producción y de administración de inventarios de las empresas; la interacción entre expectativas y realidad; los fracasos de la macroeconomía convencional a la hora de explicar la estangflación; y, la explicación del ciclo económico. Tiene entre sus conceptos principales el de expectativas racionales; el cual permite mostrar, por una parte, que existe una relación entre las creencias de los individuos y el comportamiento real del sistema económico; y, por otra, que el gobierno no tiene posibilidades sistemáticas de mejorar la situación económica.
La Escuela de Chicago, representada por T.H. Schultz; G. Becker, G.J. Stigler, se ha preocupado fundamentalmente por: la Teoría del consumo, la Teoría del capital humano y la Economía industrial y de la reglamentación. Para su análisis parte de una concepción del capital como asignación de tiempo, el concepto de coste de oportunidad en el tiempo y los costes de adquisición de la información.
La escuela de la Elección Pública se ha centrado en el Análisis del Estado o análisis económico de los procesos de no mercado. Para los cual utiliza las conceptualizaciones de Homo oeconomicus frente al homo-benevolente en el análisis del proceso político convencional; y, conceptualiza al proceso político como un mercado político donde existe intercambio.
La Economía institucional se ha constituido a partir de la vieja economía institucional y el neoinstitucionalismo. Ambas corrientes dan una importancia central al papel de las instituciones en el funcionamiento de las economías y al cambio institucional como elementos básicos del desarrollo económico. En este sentido, el concepto fundamental de ambas es el de institución. Las principales diferencias son de índole metodológica: Diferentes conceptualizaciones entre los neo y viejos en lo que respecta a: Mercados e instituciones. Los neoinstitucionalistas se apoyan en el individualismo metodológico, mientras que los viejos institucionalistas prefieren el colectivismo (patrones de socialización, instituciones políticas y relaciones de poder, interacción social).
La Economía de la Regulación francesa toma como punto de partida de sus análisis la variabilidad en el tiempo y el espacio del comportamiento económico. Esto es, pretende responder a las siguientes preguntas: ¿Por qué y cómo se pasa del crecimiento económico al estancamiento? ¿Por qué crecimiento y crisis adoptan formas nacionales diferentes? ¿Y, por qué, en un mismo momento unos países pueden conocer un crecimiento y otros una crisis? ; y, ¿Por qué las características de las crisis son diferentes a lo largo del tiempo? Aquí, los conceptos fundamentales son las formas de gestión de la moneda; las formas de competencia; las modalidades de inserción internacional; las formas de Estado; y, la relación salarial.
La Economía Evolucionista parte de la consideración de que el sistema de pensamiento económico está en crisis, en el sentido de que no es capaz de dar una respuesta a los retos actuales. Para solucionar este problema desarrolla un marco conceptual a partir de analogías procedentes de la Biología o, mejor dicho, de ciertas corrientes de la misma. Entre sus conceptos más importante destacamos los de trayectorias y rutinas. Hablar de trayectorias implica reconocer explícitamente la pluralidad de trayectos posibles que la evolución puede acarrear y la consideración de que la evolución no implica forzosamente el tránsito hacia niveles superiores, óptimos o de mayor eficacia y eficiencia. Las rutinas y hábitos representan un papel destacado en la definición y continuidad de las trayectorias. Tendrían un papel similar al gen en el mundo de lo vivo.
En definitiva, nuestro recorrido por los marcos conceptuales de la Economía nos permite confirmar una parte importante de las hipótesis o expectativas con se inicio esta investigación. En primer lugar, muestra para el ámbito de la Economía que la labor fundamental de la ciencia es la elaboración y refinamiento de una terminología especializada. En la medida que los términos interactúan a la hora de establecer sus significados, puede decirse que la ciencia construye lenguajes. La construcción de un lenguaje, como parte integrante de la elaboración del conocimiento, no se realiza a partir de la nada, sino que se parte de un lenguaje previo. Lenguaje que pertenece a la propia ciencia o, que siendo su origen ajeno, acabara incorporándose totalmente.
En segundo lugar, las diferencias de lenguaje no existen únicamente entre disciplinas. Tratamos de mostrar aquí que la diferencia esencial entre los economistas se reduce a una diferencia en el lenguaje que utilizan. Cada escuela de pensamiento económico tiene su propio lenguaje; y, su trabajo consiste en la elaboración y mejora de su marco conceptual, en procurar que todas las categorías conceptuales estén disponibles y presentes.
Las diferencias de lenguaje entre los economistas explica una parte importante de las discrepancias que existen entre los economistas. Cada lenguaje determina en buena medida que parte del mundo económico debe de ser el objeto primordial de investigación. Así pues, se explica la diversidad de objeto de investigación. Además, cuando dos escuelas de pensamiento comparten, en parte o en todo, los mismos objetos de investigación, las diferencias de lenguaje explican por qué las escuelas divergen en las interpretaciones y las observaciones que ofrecen del mundo de investigación.
Estas discrepancias son una parte importante de la impresión que se tiene acerca de la inconmensurabililidad entre paradigmas económicos. Mas solamente una parte, pues si tenemos razón, esta incomensurabilidad es, al mismo tiempo, más fundamental y más restringida de lo que cabría pensar. Más fundamental porque hunde sus raíces en el lenguaje mismo que los economistas utilizan, y el lenguaje es la esencia de cada paradigma, sur razón de ser. Más restrictivo porque si nos consideramos en condiciones de afirmar que son inconmensurables es porque los podemos comparar; y, en ese momento la inconmensurabilidad empieza a desvanecerse o, cuando menos, se reduce en grado suficiente.
Además, el paso de un lenguaje económico a otro es un ejercicio que no discrepa sustancialmente del que se realiza cuando se traduce un texto de una lengua a otra. En este caso, cabe buscar el referente de una lengua en la otra, lo cual no es siempre inmediato y exige interpretación y comprensión del texto. Al igual que la traducción entre lenguas, la traducción entre lenguajes económicos –o paradigmáticos, en general- exige el conocimiento de cada uno de ellos.
La comprensión de la ciencia en general y de la ciencia económica como lenguajes permite una mejor comprensión de su alcance y de sus limitaciones. Facilita la tarea de evaluar nuestro fondo de conocimientos. Al mismo tiempo creemos que facilita el camino para incorporar conocimientos nuevos y, sobretodo, para transmitirlos.
LOS LENGUAJES DE LA ECONOMÍA | ||||
Marco conceptual | Conceptos fundamentales | Problemática | ||
Economía Política | Valor –de uso y de cambio-; Renta; División del trabajo; Homo oeconomicus; estado estacionario; capital fijo (constante) y capital circulante (variable); composición orgánica del capital. | Crecimiento, acumulación, distribución y transformación económica | ||
Economía Marginalista | Principio marginal (integración teoría del valor y de la distribución; teoría de la empresa y del consumo); bienes económicos y no económicos; sustitución; economías internas y externas; elasticidad; distritos industriales. | Eficiencia, escasez, consumo; equilibrio parcial; equilibrio general. | ||
Economía política de Schumpeter | Innovación; empresario; competencia-monopolio. | Desarrollo económico, comportamiento cíclico. | ||
Síntesis neoclásica | Modelo IS-LM | Flexibilidad de precios; modelos general a largo plazo. | ||
Economía postkeynesiana | Tiempo histórico; formas de competencia; precios y salarios administrados; inversión ex-ante y ex-post. | Dinámica del modelo keynesiano (producción, acumulación y distribución). | ||
Monetarismo | Variaciones del dinero y de la actividad económica; endogeneidad de la oferta monetaria; teoría de la renta permanente; expectativas. | Inflación; teoría cuantitativa del dinero. | ||
Expectativas racionales | Existencia de una relación entre las creencias de los individuos y el comportamiento real de la economía. Expectativas racionales; No existen posibilidades sistemáticas de mejorar la situación económica. | Problemas de programación de la producción y de administración de inventarios. Interacción entre expectativas y realidad. Fracaso de la macroeconomía convencional a la hora de explicar la estangflación. Explicación del ciclo económico. | ||
Economía de la Escuela de Chicago | Concepción del capital como asignación de tiempo. Coste de oportunidad en el tiempo. Costes de adquisición de la información | Conceptualización del Consumo. Conceptualización del capital humano Economía industrial y reglamentación. | ||
Economía institucional Viejo y nuevo institucionalismo. | Concepto de institución. Diferentes conceptualizaciones entre los neos y viejos institucionalistas en lo que concierne a: mercados e instituciones. Neo: individualismo metodológico. Viejo: Colectivismo (patrones de socialización, instituciones políticas y relaciones de poder, interacción social). | Importancia y función de las instituciones. Cambio institucional y económico. | ||
Economía de la Regulación francesa | Formas de moneda. Formas de competencia. Modalidades de inserción internacional. Formas de Estado. Relación salarial. | Variabilidad en el tiempo y el espacio del comportamiento económico.
| ||
Economía evolucionista | Trayectorias y principio de variación; hábitos, aptitud y adaptación. | Crisis del pensamiento y metáforas transferibles de la biología a la economía. |
PARTE SEGUNDA.- FILOSOFÍA DE LA CIENCIA Y TEORÍAS DEL CONOCIMIENTO.
CAPÍTULO 2
Filosofía de la ciencia
La mente no «copia» simplemente un mundo.
La siguiente cita nos permite presentar una descripción del método científico cuya concepción haría retirar la negación del título de esta sección.
Si tratamos de imaginar cómo utilizaría el método científico una mente de poder y alcance sobrehumanos, pero normal por lo que se refiere a los procesos lógicos de su pensamiento … el proceso sería el siguiente: En primer lugar, se observarían y registrarían todos los hechos, sin seleccionarlos, sin no hacer conjeturas a priori por lo que se refiere a su importancia relativa. En segundo lugar, se analizarían, compararían y clasificarían los hechos registrados y observados, sin más hipótesis o postulados que los que necesariamente supone la lógica del pensamiento. En tercer lugar, se harían generalizaciones inductivas referentes a las relaciones clasificatorias o causales que hay entre los hechos. En cuarto lugar, la investigación posterior sería tanto deductiva como inductiva, utilizando inferencias realizadas a partir de las generalizaciones previamente establecidas.[3].
La concepción inductivista ingenua de la ciencia que se recoge en la cita tiene ciertos méritos aparentes. Su atractivo reside fundamentalmente en la proximidad a ciertas impresiones populares sobre el carácter de la ciencia. En particular, al hecho de que, en la vida ordinaria, se otorga existencia a aquello que se «ve» o se percibe por los sentidos y se interpreta el contenido de aquella con semejante proceder. De este modo, se concibe que esta inducción ingenua permite un conocimiento fiable sobre los hechos y, también, la capacidad para explicar y predecir, aunque en este último caso sobre la base de una lógica deductiva. Pero, debe quedar claro que en este contexto la lógica deductiva por sí sola no actúa como fuente de enunciados verdaderos acerca del mundo. La deducción se ocupa de la derivación de enunciados a partir de otros enunciados dados.
Sin embargo, el pavo inductivista de Bertrand Russell nos permite abrir una vía de duda acerca de la posible justificación de este modo de proceder para con la ciencia. Esto es, impide justificar el principio de inducción apelando a la lógica. De acuerdo con Chalmers (1982, pp 27-9), las argumentaciones lógicas válidas se caracterizan por el hecho de que, si la premisa de la argumentación es verdadera, entonces la conclusión debe ser verdadera. Esto es así en el caso de las argumentaciones deductivas, pero no es evidente para las inductivas. Las argumentaciones inductivas no son lógicamente válidas. No se da el caso de que, si las premisas de una inferencia inductiva son verdaderas, entonces la conclusión deba ser verdadera. Es posible que la conclusión de una argumentación inductiva sea falsa y que sus premisas sean verdaderas sin que ello suponga una contradicción. «La inducción no se puede justificar sobre bases estrictamente lógicas».
Una segunda vía de duda consistiría en derivar de la propia experiencia el principio de inducción. Ahora se quiera inferir un enunciado universal que afirma la validez del principio de inducción a partir de cierta cantidad de enunciados singulares que registran aplicaciones con éxito del principio en el pasado. Pero, la argumentación es circular, pues se pretende justificar la inducción empleando el mismo tipo de argumentación inductiva cuya validez se supone necesita justificación. He aquí el tradicional «problema de la inducción».
En modo alguno acaban aquí las desventajas del inductista ingenuo. Otras desventajas proceden de la vaguedad y equivocidad de la exigencia de que se realice un «gran número» de observaciones en una «amplia variedad» de circunstancias. La primera se tratará de resolver, en parte, por medio de la retirada a la probabilidad. Aunque como trataremos de ver en otro apartado la solución no es exitosa. Nos dedicaremos ahora a la segunda.
¿Qué se ha de considerar como variación significativa en las circunstancias? ¿Sobre qué bases se pueden considerar superfluas ciertas circunstancias y otras básicas? La inducción no puede ofrecernos respuestas. "Las variaciones que son significativas se distinguen de las que son superfluas apelando a nuestro conocimiento teórico de la situación y de los tipos de mecanismos físicos operativos. Pero admitir esto es admitir que la teoría desempeña un papel vital antes de la observación." (Chalmers, 1982, p 31).
¿Es fija y neutra la experiencia sensorial? ¿Son las teorías simplemente interpretaciones hechas por el hombre de datos dados? Esta es la pregunta que podemos hacernos siguiendo a Kuhn. Sus respuestas son que las operaciones y mediciones que realiza un científico en el laboratorio no son «lo dado» por la experiencia, sino más bien «lo reunido con dificultad». No son lo que ve el científico, al menos antes de que su investigación se encuentre muy avanzada y su atención enfocada. Más bien, son seleccionadas para el examen sólo debido a que prometen una oportunidad para una elaboración fructífera. "La ciencia no se ocupa de todas las manipulaciones posibles de laboratorio. En lugar de ello, selecciona las pertinentes para la yuxtaposición de un paradigma con la experiencia inmediata que parcialmente ha determinado el paradigma." (Kuhn, 1962; pp 197-8).
Si las teorías o los paradigmas son previos a la experiencia inmediata, e incluso contribuyen a seleccionarla y definirla, deberíamos acaso centrarnos en esta cuestión y dejar de lado el interrogante respecto a qué papel juega o le resta para y en la investigación científica. Convendrá buscar una respuesta a esto último y, tal vez, con ello nos aproximemos al papel que desempeñan las teorías y los paradigmas.
Solo hay lo dado.
En la postura del positivista se dividen las proposiciones significativas en dos clases: las proposiciones formales como las de la lógica o las matemáticas puras, que decían eran tautológicas, y las proposiciones fácticas, que se requería fueran verificables empíricamente. Se suponía que estas clases contenían todas las proposiciones posibles, de suerte que si una oración no lograba expresar nada que fuese formalmente verdadero o falso, ni expresar algo que pudiera someterse a una prueba empírica, se adoptaba el criterio de que ella no constituía una proposición en absoluto; podía tener un significado emotivo, pero literalmente carecía de sentido. "Es gibt nur das Gegebene" ("Sólo se da [hay] lo dado").
El criterio de verdad o de falsedad de una proposición se hallará en el hecho de que, en circunstancias definidas (dadas en la definición), ciertos datos estarán presentes o no estarán presentes. Si soy incapaz, en principio, de verificar una proposición, esto es, si ignoro en absoluto cómo proceder o lo que tengo que hacer para averiguar su verdad o su falsedad, entonces evidentemente ignoro lo que efectivamente dice la proposición y seré incapaz de interpretarla, y de advenir, con ayuda de definiciones, de las palabras a posibles experiencias, ya que en la medida en que sea capaz de hacer lo anterior, seré también capaz de enunciar, por lo menos en principio, su método de verificación (aun cuando, frecuentemente, a causa de dificultades prácticas sea incapaz de realizarlo). "La enunciación de las circunstancias en que una proposición resulta verdadera, es lo mismo que la enunciación de su significado, y no otra cosa. Y …, esas "circunstancias tendrán finalmente que ser descubiertas en lo dado. El significado de toda proposición en última instancia tendrá que ser determinado por lo dado, y no por cosa alguna distinta." (Schlick, 1932-33; p 93).
Una proposición posee un significado enunciable, sólo cuando muestra una diferencia comprobable entre la situación de que sea verdadera y la de que sea falsa. Una proposición que refiera una situación del mundo y la misma en los casos de ser la proposición verdadera y falsa respectivamente, es una proposición que no comunica nada sobre el mundo, es una proposición vacía, no es posible otorgarle significado. Ahora bien, sólo tenemos una diferencia verificable cuando ésta se realiza en lo dado, ya que sin género de dudas verificable no significa otra cosa que «capaz de ser exhibido en lo dado». Por ende, "Lo que da un significado teorético a un enunciado no son las imágenes y pensamientos a que pueda dar lugar, sino la posibilidad de deducir de ella enunciados perceptivos, en otras palabras, la posibilidad de su verificación"(Carnap, 1935; p 10).
Pero estrictamente hablando, el significado de una proposición acerca de objetos físicos, sólo se agotaría mediante un número indefinidamente grande de posibles verificaciones; de esto ha de inferirse que en último análisis nunca es posible demostrar que dicha proposición sea absolutamente cierta. En realidad, se acostumbra reconocer que aún las proposiciones de la ciencia que poseen mayor certeza, siempre son consideradas como hipótesis, constantemente abiertas a mayor precisión y a perfeccionamientos. "De este modo, el significado de todo enunciado físico, queda finalmente alojado en una interminable concatenación de datos y, por ende, el dato aislado carece aquí de interés. De ahí que si alguna vez dijo un positivista que los únicos objetos de la ciencia son las experiencias dadas, es innegable que estaba equivocado; lo único que el científico busca son las normas que regulan las conexiones entre las experiencias y mediante las que éstas pueden ser previstas. Nadie negará que la única verificación de las leyes naturales radica en el hecho de que permiten formular predicciones exactas; de esta manera, queda refutada la objeción corriente de que lo inmediatamente dado, que cuando más puede ser objeto de la psicología, falsamente queda convertido en objeto de la física." (Schlick, 1932-33, p 98).
Realidad a priori versus realidad a posteriori.
Al titular como "Es gibt nur das Gegebene" ("Sólo se da [hay] lo dado") el apartado donde hemos presentado algunas ideas del positivismo lógico, el lector podría pensar que lo que se ha dicho es el sentir común de esta posición. Esto no es del todo correcto, pues no todo lo dado de esta corriente filosófica ha sido examinado y puesto sobre el tapete. Tampoco, hemos mencionado algunos puntos encontrados entre sus miembros. Resaltar uno de ellos es nuestro interés inmediato.
"Entre las doctrinas metafísicas que carecen de sentido teorético he mencionado también el positivismo, a pesar de que en ocasiones se ha designado al Círculo de Viena como positivista. Es dubitable si tal designación resulta adecuada para nosotros. De cualquier manera, nosotros no afirmamos la tesis de que sólo lo dado es real, que es una de las tesis principales del positivismo tradicional. El nombre de positivismo lógico parece más adecuado, pero también puede dar lugar a equívocos. En todo caso lo importante es entender que nuestra doctrina es lógica y no tiene nada que hacer con las tesis metafísicas de la realidad o irrealidad de cosa alguna." (Carnap, 1934, p 14). Entonces, cuál es el papel que juega la «realidad». Si éste no es un papel a priori; ¿puede serlo a posteriori?
Para responder a esta posibilidad, saldremos del marco del positivismo lógico y nos remitiremos a otros autores. Empecemos con Karl R. Popper y su obra La lógica de la investigación científica. La tarea de este texto remite exclusivamente a la lógica del conocimiento. Ésta para Popper consiste pura y exclusivamente en la investigación de los métodos empleados en las contrastaciones sistemáticas a que debe someterse toda idea nueva antes de que se la pueda sostener sistemáticamente. En absoluto trata la cuestión acerca de cómo se le ocurre una idea nueva a un investigador o persona (Popper, 1934).
Pero antes de introducirnos en los escritos de Popper quisiéramos exponer algunos puntos relacionados con el «problema de la inducción». En particular, uno, sobre la importante distinción popperiana entre verificación y falsabilidad; y, dos, sobre un punto relativo al problema de la inducción que no hemos abordado.
Dado el silogismo hipotético: "si Blaug es un experto filósofo, sabrá cómo usar correctamente las reglas de la lógica; Blaug sabe como usar correctamente las reglas de la lógica, luego Blaug es un experto filósofo (cosa que no es cierta)." En consecuencia, es lógicamente correcto «establecer el antecedente», pero «establecer el consecuente» es una falacia lógica. Lo que si que podemos hacer, en cambio, es «negar el consecuente» y esto sí que es siempre lógicamente correcto. Si expresamos: Si Blaug no usa correctamente las reglas de la lógica, estaremos lógicamente justificados para concluir que no es un experto filósofo.
Ésta es, en opinión de Blaug, una de las razones por las que Popper subraya la idea de que existe una asimetría entre verificación y falsación. Desde un punto de vista estrictamente lógico, nunca podemos afirmar que una hipótesis es necesariamente cierta porque esté de acuerdo con los hechos; al pasar en nuestro razonamiento de la verdad de los hechos a la verdad de la hipótesis, cometemos implícitamente la falacia lógica de «afirmar el consecuente». Por otra parte, podemos negar la verdad de una hipótesis en relación con los hechos, porque, al pasar en nuestro razonamiento de la falsedad de los hechos a la falsedad de la hipótesis, invocamos el proceso de razonamiento, lógicamente correcto, denominado «negar el consecuente». Para resumir la anterior argumentación podríamos decir que no existe lógica de la verificación, pero sí existe lógica de la refutación (Blaug, 1980; pp 31-2).
Pasemos al segundo punto. "La obtención de generalización inductivas no es posible porque, en el momento en que hayamos seleccionado un conjunto de observaciones de entre el infinito número de observaciones posibles, habremos establecido ya un cierto punto de vista y ese punto de vista es en sí mismo una teoría, aunque en estado burdo y poco sofisticado." (Blaug, 1980, p 33). Pero, sin embargo, en el campo de las ciencias, al igual que en las formas cotidianas de pensamiento, nos vemos continuamente enfrentados a argumentos denominados también «inductivos» y que tratan de demostrar que una determinada hipótesis se ve apoyada por determinados hechos.
Tales argumentos pueden denominarse «no-demostrativos», en el sentido de que las conclusiones no están lógicamente «ligadas» a las premisas; incluso si éstas son ciertas, una inferencia inductiva no-demostrativa no puede excluir lógicamente la posibilidad de que la conclusión sea falsa. La argumentación: «He visto un gran número de cisnes blancos; nunca he visto un cisne negro; por tanto, todos los cisnes son blancos», es una inferencia inductiva no-demostrativa que no se deduce de las premisas mayor y menor, con lo que ambas premisas pueden ser verdaderas sin que la conclusión se siga de ellas lógicamente. En resumen, un argumento no-demostrativo puede, en el mejor de los casos, persuadir a una persona ya convencida, mientras que un argumento demostrativo debe convencer incluso a sus más obstinados oponentes.
Por tanto, no debe pensarse que existe una dicotomía entre inducción y deducción. La dicotomía relevante se plantea entre inferencias demostrativas e inferencias no-demostrativas. Y, para resolver esta dicotomía conviene reservar el término de inducción a argumentos lógico-demostrativos, y el de «aducción» para las formas de razonamiento no-demostrativas. Pero, la inducción demostrativa no existe, y la aducción no es en absoluto lo opuesto de la deducción, sino que, de hecho, constituye otro tipo de operación mental completamente diferente. La aducción es la operación no-lógica que nos permite saltar del caos que es el mundo real a la corazonada que supone una conjetura tentativa respecto de la relación que realmente existe entre un conjunto de variables relevantes. La cuestión de cómo se produce dicho salto pertenece al contexto de la lógica del descubrimiento y puede que no sea conveniente dejar de lado despectivamente este tipo de contexto, como los positivistas, e incluso los popperianos, desean. Pero lo cierto es que la filosofía de la ciencia se ocupa, y se ha ocupado siempre, de forma exclusiva, del paso siguiente del proceso, es decir, de cómo esas conjeturas iniciales se convierten en teorías científicas por medio de su inserción y articulación dentro de una estructura deductiva más o menos coherente y completa y de cómo esas teorías son posteriormente contrastadas con las observaciones. En definitiva, no debemos decir que la ciencia se basa en la inducción: se basa en la aducción seguida de deducción (Blaug, 1980, pp 33-4).
Deducción inductiva y provisionalidad.
"La teoría que desarrollaremos en las páginas que siguen, nos dirá Popper, se opone directamente a todos los intentos de apoyarse en las ideas de una lógica inductiva. Podría describírsela como la teoría del método deductivo de contrastar, o como la opinión de que una hipótesis sólo puede contrastarse empíricamente -y únicamente después de que ha sido formulada." (Popper, 1934, p 30; cursiva en el original).
De acuerdo con las tesis que Popper propone, el método de contrastar críticamente las teorías y de escogerlas, teniendo en cuenta los resultados obtenidos en el contraste, procede siempre del modo que indicaremos a continuación. "Una vez presentada a título provisional una nueva idea, aún no justificada en absoluto -sea una anticipación, una hipótesis, un sistema teórico o lo que se quiera- se extraen conclusiones de ella por medio de una deducción lógica; estas conclusiones se comparan entre sí y con otros enunciados pertinentes, con objeto de hallar las relaciones lógicas (tales como equivalencia, deductibilidad, compatibilidad o incompatibilidad, etc.) que existen entre ellas." (Popper, 1934, p 32).
Para llevar a cabo el contraste de una teoría, Popper distingue cuatro procedimientos. En primer lugar, se realiza una comparación lógica de las conclusiones unas con otras: con lo cual se somete a contraste la coherencia interna del sistema. En segundo lugar, se efectúa un estudio de la forma lógica de la teoría, con el objeto de determinar su carácter: si es una teoría empírica -científica, en palabras de Popper- o si, por ejemplo, es tautológica. En tercer lugar, debe compararse con otras teorías para averiguar si la teoría examinada constituiría un adelanto científico en caso de que sobreviviera a las diferentes contrastaciones a que la sometemos. Y, por último, cabe contrastarla por medio de la aplicación empírica de las conclusiones que pueden deducirse de ellas.
Este último tipo de contraste mencionado pretende descubrir hasta qué punto satisfarán las nuevas consecuencias de la teoría -sea cual fuere la novedad de sus asertos- a los requerimientos de la práctica, provengan estos de experimentos puramente científicos o de aplicaciones tecnológicas prácticas. Éste procedimiento de contrastar también es deductivo, pues con ayuda de otros enunciados anteriormente aceptados se deducen de la teoría a contrastar ciertos enunciados singulares -que pueden, siguiendo a Popper, denominarse «predicciones»-; especialmente predicciones que sean fácilmente contrastables o aplicables. Se eligen entre estos enunciados los que no sean deductibles de la teoría vigente y, más en particular, los que se encuentren en contradicción con ella. A continuación trataremos de decidir en lo que se refiere a estos enunciados deducidos (y a otros), comparándolos con los resultados de las aplicaciones prácticas y de experimentos. Si la decisión es positiva, esto es, si las conclusiones singulares resultan ser aceptables, o verificadas, la teoría a que nos referimos ha pasado con éxito las contrastaciones. Pero, si la decisión es negativa, o sea, si las conclusiones han sido falsadas, esta falsación revela que la teoría de la que se han deducido lógicamente es también falsa.
Conviene observar que, con este modo de proceder, una decisión positiva puede apoyar a la teoría examinada sólo temporalmente, pues otras decisiones negativas subsiguientes pueden siempre derrocarla. Durante el tiempo en que una teoría resiste contrastaciones exigentes y minuciosas, y en que no la deje anticuada otra teoría en la evolución del progreso científico, podemos decir que ha «demostrado su temple» o que está «corroborada» por la experiencia. Y, esto es cuanto permite la propuesta popperiana. Pues, como dice su propio autor, "En ningún momento he asumido que podamos pasar por un razonamiento de la verdad de enunciados singulares a la verdad de teorías. No he supuesto un sólo instante que, en virtud de unas conclusiones «verificadas», pueda establecerse que unas teorías sean «verdaderas», ni siquiera meramente probables»." (Popper, 1934, p 33).
Así pues, las teorías no son nunca verificadas empíricamente. Si queremos evitar el error positivista de que nuestro criterio de demarcación elimine los sistemas teóricos de la ciencia natural, debemos elegir un criterio que nos permita admitir en el dominio de la ciencia empírica incluso enunciados que no puedan verificarse. "Pero, ciertamente, sólo admitiré un sistema entre los científicos o empíricos si es susceptible de ser contrastado por la experiencia. Estas consideraciones nos sugieren que el criterio de demarcación que hemos de adoptar no es el de la verificabilidad, sino el de la falsabilidad de los sistemas. Dicho de otro modo, no exigiré que un sistema científico pueda ser seleccionado, de una vez para siempre, en un sentido positivo; pero sí que sea susceptible de selección en un sentido negativo por medio de contrastes o pruebas empíricas: ha de ser posible refutar por la experiencia un sistema científico." (Popper, 1934, p 40).
En definitiva, nos dirá Popper: "Mi propuesta está basada en una asimetría entre la verificabilidad y la falsabilidad: asimetría que se deriva de la forma lógica de los enunciados universales. Pues éstos no son jamás deducibles de enunciados singulares, pero sí pueden estar en contradicción con estos últimos. En consecuencia, por medio de inferencias puramente deductivas … es posible argüir de la verdad de enunciados singulares la falsedad de enunciados universales. Una argumentación de esta índole que lleva a la falsedad de enunciados universales, es el único tipo de inferencia estrictamente deductiva que se mueve, como si dijéramos, en «dirección inductiva»: esto es, de enunciados singulares a universales." (Popper, 1934, p 41). He aquí el primer término del título del presente apartado.
El segundo, la provisionalidad, ya ha sido presentado pero prolonguemos la idea; Para Popper las teorías científicas no son nunca enteramente justificables o verificables, pero son, no obstante, contrastables. La objetividad de los enunciados científicos descansa en el hecho de que pueden contrastarse intersubjetivamente."
No obstante, antes de ocuparnos de la objetividad y contrastación intersubjetiva, cabe recordar la posibilidad lógica de una vía de escape de la falsación, a saber: la introducción ad hoc de una hipótesis auxiliar o por un cambio ad hoc de una definición.
La experiencia como método y la falsabilidad.
Se llama empírica o falsable a una teoría cuando divide de modo inequívoco la clase de todos los posibles enunciados básicos en las siguientes dos subclases no vacías: primero, la clase de todos los enunciados básicos con los que es incompatible (o, a los que excluye o prohíbe), que llamaremos la clase de los posibles falsadores de la teoría; y, en segundo lugar, la clase de los enunciados básicos con los que no está en contradicción (o, que permite). "Podemos expresar esta definición de una forma más breve diciendo que una teoría es falsable si la clase de posibles falsadores no es una clase vacía." "Puede añadirse, tal vez, que una teoría hace afirmaciones únicamente acerca de sus posibles falsadores (afirma su falsedad); acerca de los enunciados básicos «permitidos» no dice nada: en particular, no dice que sean verdaderos." (Popper, 1934, p 82).
Únicamente decimos que una teoría está falsada si hemos aceptado enunciados básicos que la contradigan. Esta condición, siendo necesaria, no es suficiente, pues hemos visto que los acontecimientos aislados no reproducibles carecen de significación para la ciencia: así, difícilmente nos inducirán a desechar una teoría -por falsada-, unos pocos enunciados básicos esporádicos; pero la daremos por tal si descubrimos un efecto reproducible que la refute. En otras palabras, aceptamos la falsación solamente si se proponen y corrobora una hipótesis empírica de bajo nivel que describa semejante efecto. El requisito de que la hipótesis falsadora ha de ser empírica, y, por tanto, falsable, quiere decir exclusivamente que debe encontrarse en cierta relación lógica respecto a los posibles enunciados básicos: así pues, lo que exigimos atañe sólo a la forma lógica de la hipótesis. Y su acompañante, lo de que la hipótesis ha de estar corroborada, se refiere a las contrastaciones que debe haber pasado (contrastaciones que la habrán enfrentado con los enunciados básicos aceptados) (Popper, 1934, p 83).
Consiguientemente, los enunciados básicos desempeñan dos papeles diferentes. Por una parte, hemos empleado el sistema de todos los enunciados básicos lógicamente posibles con objeto de obtener, gracias a ellos, la caracterización lógica que íbamos buscando -la de la forma de los enunciados empíricos-. Por otra, los enunciados básicos aceptados constituyen la base para la corroboración de las hipótesis; si contradicen a la teoría, admitimos que nos proporcionan motivo suficiente para la falsación de ésta únicamente en el caso de que corroboren a la vez una hipótesis falsadora (Popper, 1934, p 84).
Un sistema coherente divide el conjunto de todos los enunciados posibles en dos: los que le contradicen y los que son compatibles con él. Es ésta la razón por la cual la coherencia constituye el requisito más general que han de cumplir los sistemas, ya sean empíricos o no los sean, para que puedan tener alguna utilidad. Además de ser compatibles, todo sistema empírico debe satisfacer otra condición: tiene que ser falsable. Estas dos restricciones impuestas a los sistemas producen efectos en gran medida análogos: los enunciados que no satisfacen la condición de coherencia son incapaces de efectuar discriminación alguna entre dos enunciados cualesquiera (de la totalidad de todos los enunciados posibles); y los que no satisfacen la condición de falsabilidad no son capaces de efectuar discriminación entre dos enunciados cualesquiera que pertenezcan a la totalidad de todos los enunciados empíricos básicos posibles (Popper, 1934, p 88).
Popper reduce la cuestión de la falsabilidad de las teorías a la de la falsabilidad de los enunciados singulares o, en su expresión, enunciados básicos. Pero, ¿qué tipo de enunciados singulares constituyen? En su opinión, "todo enunciado descriptivo emplea nombres (o símbolos o ideas) universales, y tiene el carácter de una teoría, de una hipótesis. No es posible verificar el enunciado «aquí hay un vaso de agua» por ninguna experiencia con carácter de observación, por la mera razón de que los universales que aparecen en aquél no pueden ser coordinados a ninguna experiencia sensorial concreta (toda «experiencia inmediata» está «dada inmediatamente» una sola vez, es única); con la palabra «vaso», por ejemplo, denotamos los cuerpos físicos que presentan cierto comportamiento legal, y lo mismo ocurre con la palabra «agua». Los universales no pueden ser reducidos a clases de experiencias, no pueden ser constituidos." (Popper, 1934, p 60).
Verdad y verosimilitud.
"… somos buscadores de la verdad pero no sus poseedores" "La tarea de la ciencia es, metafóricamente hablando, acertar lo más posible en la diana (T) de los enunciados verdaderos (por el método de proponer teorías o conjeturas que parezcan prometedoras) y lo menos posible en el área falsa (F)." Sin embargo, "la verdad no es la única propiedad importante de nuestras conjeturas teóricas, puesto que no estamos especialmente interesados en proponer trivialidades o tautologías." "En otras palabras, no sólo buscamos la verdad, vamos tras la verdad interesante e iluminadora, tras teorías que ofrezcan solución a problemas interesantes." (Popper, 1972; pp 53 y 60).
Dicho en otras palabras también popperianas, la ciencia persigue la verosimilitud. "Hablando intuitivamente, una teoría T1 posee menos verosimilitud que una teoría T2 si, y sólo si, (a) sus contenidos de verdad y falsedad (o sus medidas) son comparables y, además (b) el contenido de verdad, pero no el de falsedad, de T1 es menor que el de T2 o también (c) el contenido de verdad de T1 no es mayor que el de T2, pero si el de falsedad. Resumiendo, diríamos que T2 se aproxima más a la verdad o es más semejante a la verdad que T1 si, y sólo si, se siguen de ella más enunciados verdaderos, pero no más enunciados falsos o, al menos, igual cantidad de enunciados verdaderos y menos enunciados falsos." (Popper, 1972, p 58).
Decir que el objeto de la ciencia es la verosimilitud, en opinión de Popper (1972, p 62-3), tiene considerables ventajas sobre la formulación, quizá más simple, de que el objeto de la ciencia es la verdad. La búsqueda de la verosimilitud es una meta más clara y realista que la búsqueda de la verdad. "… pretende mostrar, además que mientras que en las ciencias empíricas no podemos manejar argumentos suficientemente buenos como para pretender haber alcanzado efectivamente la verdad, con todo, podemos tener argumentos potentes y razonablemente buenos para pretender haber avanzado hacia la verdad; es decir, que la teoría T2 es preferible a su predecesora T1, al menos a la luz de todos los argumentos racionales conocidos." En este sentido, debe tenerse en cuenta que para Popper toda valoración de teorías es valoración del estado de su discusión crítica.
En primer lugar, si para Popper el objeto de la ciencia es aumentar la verosimilitud y la teoría de la tabula rasa es absurda, el aumento del conocimiento consiste en la modificación del conocimiento previo, sea alterándolo, sea rechazándolo a gran escala. "El conocimiento no parte nunca de cero, sino que siempre presupone un conocimiento básico -conocimiento que se da por supuesto en un momento determinado- junto con algunas dificultades, algunos problemas. Por regla general, éstos surgen del choque entre las expectativas inherentes a nuestro conocimiento básico y algunos descubrimientos nuevos, como observaciones o hipótesis sugeridos por ellos." (Popper, 1972, p 74).
En segundo lugar, la contrastación de las teorías científicas forma parte de su discusión crítica o racional. La discusión critica nunca puede producir razones suficientes para decir que una teoría es verdadera; nunca puede «justificar» nuestras pretensiones de conocimiento. Pero la discusión crítica puede establecer razones suficientes para lo siguiente:
"Para decirlo en pocas palabras: nunca podemos justificar racionalmente una teoría -es decir, la pretensión de que conocemos su verdad-, pero, si tenemos suerte, podemos justificar racionalmente la preferencia provisional de una teoría sobre todo un conjunto de teorías rivales; es decir, respecto al estado actual de la discusión. Aunque no podemos justificar la pretensión de que una teoría sea verdadera, podemos justificar el que a este nivel de la discusión todo indica que la teoría constituye una aproximación a la verdad mejor que cualquiera de las teorías rivales propuestas hasta este momento." (Popper, 1972, p 84).
En tercer lugar, debemos recordar qué pretende Popper con la verosimilitud. "Mi objetivo es hacer con la verosimilitud (aunque con un grado inferior de precisión) lo mismo que hizo Tarski con la verdad: la rehabilitación de un concepto de sentido común que se ha hecho sospechoso, a pesar de que en mi opinión es absolutamente necesario para un realismo de sentido común crítico y para una teoría crítica de la ciencia. Es mi deseo poder decir que la ciencia tiene la verdad como fin, en el sentido de la correspondencia con los hechos o con la realidad. También es mi deseo decir (con Einstein y otros científicos) que la teoría de la relatividad es -así lo suponemos- una mejor aproximación a la verdad que la teoría de Newton, del mismo modo que ésta constituye una mejor aproximación que la de Kepler. Además, es mi deseo poder decir estas cosas sin temor a que los conceptos de proximidad a la verdad o verosimilitud sean lógicamente incorrectos o «carentes de sentido». En otras palabras, pretendo rehabilitar una idea de sentido común que necesito para describir las metas de la ciencia y que subyace como principio regulador (aunque sólo sea de un modo inconsciente e intuitivo) a la racionalidad de toda discusión científica crítica." (Popper, 1972, p 64).
Así, para Popper, el mayor logro de Tarski es la rehabilitación de la noción de verdad o correspondencia con la realidad. Rehabilitación de la cual tendremos que ocuparnos en su momento. Pero tratemos ahora de algunas cuestiones relativas a la discusión crítica.
La crítica intersubjetiva.
Para Popper no cabe duda alguna acerca de la objetividad de la ciencia, pero ésta no se funda en la imparcialidad u objetividad del hombre de ciencia. "En realidad, … no cabe ninguna duda de que todos somos víctimas de nuestro propio sistema de prejuicios (o de «ideologías totales» si se prefiere esta expresión); de que todos consideramos muchas cosas evidentes por sí mismas; de que las aceptamos sin espíritu crítico e incluso con la convicción ingenua y arrogante de que la crítica es completamente superflua; y, desgraciadamente, los hombres de ciencia no hacen excepción a la regla, aun cuando hayan logrado librarse superficialmente de algunos de sus prejuicios en el terreno particular de sus estudios. Pero esta limpieza no tiene lugar … con tornar sus mentes más «objetivas» no les bastaría para alcanzar lo que hemos denominado «objetividad científica». Y -extraña ironía- la objetividad se halla íntimamente ligada al aspecto social del método científico, al hecho de que la ciencia y la objetividad no resultan (ni pueden resultar) de los esfuerzos de un hombre de ciencia individual por ser «objetivo», sino de la cooperación de muchos hombres de ciencia. Puede definirse la objetividad científica como la intersubjetividad del método científico." (Popper, 1981; pp. 385-6).
Dos aspectos del método de las ciencias (naturales) que contribuyen al carácter público del método científico adquieren, en este sentido, gran importancia. Primero, hay algo que se acerca a la crítica libre; así, un hombre de ciencia expone su teoría con la plena convicción de que es inexpugnable, pero esto no convence necesariamente a sus colegas, sino que, más bien, tiende a desafiarlos. Pues, la actitud científica significa criticarlo todo y no se arredran los científicos ni ante las personalidades más autorizadas. Segundo, los hombres de ciencia tratan de zanjar las discrepancias simplemente verbales. Para ello se esfuerzan en hablar el mismo idioma. "En las ciencias naturales esto se logra tomando a la experiencia como árbitro imparcial de toda controversia. Cuando hablamos de «experiencia», nos referimos a una experiencia de carácter «público», como las observaciones y experimentos, a diferencia de la experiencia en el sentido más «privado» de las experiencias estéticas o religiosas; y decimos que una experiencia es «pública» cuando todo aquel que quiera tomarse el trabajo de hacerlo pueda repetirla. A fin de evitar las disidencias formarles, los hombres de ciencia procuran expresar sus teorías en forma tal que puedan ser verificadas, es decir, refutadas (o confirmadas) por dicha experiencia." "Esto es lo que constituye la objetividad científica." (Popper, 1981, p 386).
Para Popper lo que llamamos «objetividad científica» no es producto de la imparcialidad del hombre de ciencia individual, sino del carácter social o público del método científico, siendo la imparcialidad del hombre de ciencia individual, en la medida en que exista, el resultado más que la fuente de esta objetividad social o institucionalmente organizada de la ciencia. Pero, el método científico no conduce al abandono de todos nuestros prejuicios; en realidad, sólo descubrimos que teníamos un prejuicio una vez que logramos librarnos del mismo (Popper, 1981, pp 388-9).
Algunas consideraciones críticas.
Una cuestión importante que se suscita es: «¿Es la idea de verdad propia del sentido común suficiente para dar sentido a la afirmación de que la verdad es la finalidad de la ciencia?» Veamos, pues, algunos argumentos que sostienen una respuesta negativa.
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